Me gusta mirar caras de gente que no sabe que la observo y también fotografías de estas porque llevan impresas expresiones que hablan.
He podido comprobar que en todos los países, razas y credos, cada emoción tiene una cara. De este modo: el miedo, la desolación, la rabia, la impotencia, o la pena, por poner algún ejemplo, tienen respectivamente, idéntico rostro en España o en Honolulu.Solemos identificarnos con distintas emociones, hasta llegar a creer que somos la emoción misma. A lo largo del día, hay estados por los que transitamos y otros que adoptamos como parte de nuestro carácter.
No se percibe la emoción como algo separado de uno mismo. Aprendimos a usarlas como muletas para vivir y cada uno las lleva a su modo, pero las lleva, son parte del juego del Tonal.
Prácticas como el Silencio mental y el Acecho, conceden una distancia que permite al individuo saber que es el eje y no la rueda; es decir, que movemos, pero no somos la emoción. También tienen este efecto las situaciones extremas: descolocan al sujeto sacándolo de la trama habitual, lo 'desmontan' y lo ciernen en una fase de 'secuestro emocional'. Por unos instantes no hay donde agarrase, entonces uno 'ES'... claro que la inercia empuja hasta que nos aferramos de nuevo a algo que nos haga sentir seguros de que hemos regresado a la 'normalidad'
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