Hoy en un titular de prensa leí:
"Mandela entierra a su hijo, que murió a consecuencia del Sida."
Con la noticia hay una foto y a simple vista me impresionó el impasible gesto del presidente africano.
En estos días, he oído varias conversaciones de personas, que daban por sentado que si estás enfermo tienes mayor predisposición a morir (y los que se quedan a aceptarlo). En cada caso parecía que los interlocutores se creían inmortales, y en varios momentos, daban por sentado que salvo grave incidente, era con la avanzada edad con la que venía la muerte.
No participé de las charlas, sin embargo traduje como "no darse cuenta" lo que ellos llamaban esperanza, quizás porque ya en varias ocasiones le vi las orejas al lobo...
Aún así no olvidaba el efecto que me causó, ver tan sobrio a un hombre que acaba de perder a su hijo y pensé en algunas variables: aceptación, desapego, no ha reaccionado, se acabó el sufrimiento de un ser querido, se ha quitado un peso de encima, es puro desatino para cumplir su rol de personaje público...
Revisé creencias y emociones con respecto a las sacudidas de la pérdida y volví a la foto. Ampliándola descubrí que, desde mi mira como observadora, hay una suave inclinación de su cabeza hacia la derecha y supuestamente parece que observa el ataúd, pero tiene la mirada perdida y apuntando hacia el oído del mismo lado, como rememorando un sonido o una conversación (puede que ni tenga que ver con el hijo)...me intrigaba que uno pudiese vaciarse, aunque fuese en apariencia, ante un evento de esas características (tal como yo lo vivo, claro). Sentí entonces que sólo porque estamos llenos podemos vaciarnos y que ese tan aclamado vacío sólo es un estado mental más: el "super poder" que hace que no estemos al alcance.... de nuestros sentimientos.
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